Entradas

Olas Indomables: el Mar Salvaje

Imagen
Dos a su destino   El mar siempre tiene algo para decir, incluso cuando no estamos listos para escucharlo. En días como este, cuando las olas golpean con carácter y la espuma lo tiñe todo de blanco, uno entiende que el océano no negocia. Marca su ritmo, impone su pulso, y nos obliga a mirarlo de frente. Hay quienes ven solo agua revuelta; otros, una coreografía perfecta de caos y armonía. Porque incluso cuando parece enfadado, el mar respira belleza: en el vaivén infinito, en el murmullo grave del oleaje, en esa manera tan suya de demostrar que no hay fuerza más antigua ni más libre. Tal vez por eso nos atrae. Porque nos recuerda que la vida también es espuma, oleaje, calma y tormenta. Que a veces avanzamos con firmeza y otras retrocedemos, arrastrados por corrientes que no elegimos. Y aun así, seguimos. Como el mar. Fotografías que dialogan con estas (clic aquí)

Un Remanso en la Ciudad

Imagen
Arte, Sombra y Vida Cotidiana en Pleno Buenos Aires La Duda En esta imagen se abre un rincón clásico de Buenos Aires donde el arte y la naturaleza conviven en total armonía. El parque se despliega luminoso, con árboles que se entrelazan como si dibujaran historias en el cielo, mientras la escultura central —serena y casi escondida entre las sombras— se integra al paisaje como un susurro de otra época. A su alrededor, la vida sigue su ritmo simple y humano: jóvenes descansan sobre el pasto, otros conversan, algunos simplemente disfrutan del sol. Todo ocurre sin estridencias, de manera natural, como si cada persona encontrara su propio lugar en este pequeño refugio urbano. La escena invita a detenerse un instante, respirar profundo y recordar que, incluso en el corazón de la ciudad, existen espacios donde el tiempo parece hacerse más amable. Este es uno de ellos: un punto de encuentro entre la calma, la historia y la vida diaria.

La calma de un dia cualquiera de verano

Imagen
Sombras al Sol. Un mediodía cualquiera junto al mar. La brisa corre suave y las voces se confunden con el murmullo de las olas. Las figuras, recortadas contra el cielo y el horizonte, parecen detener el tiempo por un instante: turistas, caminantes, quizás amigos que descansan después de la caminata. Hay algo eterno en esa quietud, una pausa luminosa que huele a verano y recuerdos. Todo parece tan simple, tan humano, tan de aquellos días en los que bastaba el sol y el mar para sentir que la vida estaba completa.