El cementerio es de por sí un lugar triste, solitario, donde se puede sentir el agobio de la muerte. Un lugar donde solo se puede sentir la soledad y el silencio interrumpido por la briza rebotando en los pinos. Pero el de la Recoleta escapa a esta visión, debido a que en él se encierra parte de la historia de Buenos Aires y también del país. Relacionado con la epidemia de fiebre amarilla que desoló la población de la ciudad la mayoría de la alta sociedad porteña dejaron sus barrios y se trasladaron a la parte norte es decir a la Recoleta. La necrópolis fue la última morada de la alta sociedad y también de muchos próceres de nuestra historia. En él no se respira ese aire viciado de flores muertas y agua estancadas común en estos lugares, aquí el aire es mas fluido y limpio. Hoy es visitados por infinidad de turistas, con guías o no, que aprecian el arte de sus esculturas y mármoles, a la vez que participan de nuestra historia pasada. La foto trata de los ángeles que en la cúpula de los mausoleos protegen a los que allí descansan.