La charla distiende
Una tarde de un domingo cualquiera, una plaza, arboleda, sol, aire libre, gente que se reune.
Se disfruta del momento apacible y se valoriza la charla entre amigos.
Esos amigos que hace mucho que no se ven, los que se ven semanalmente ó quizás solo compañeros de oficina.
Temas tan variados como variados estilos unidos en el círculo imaginario de la amistad.
Se dice que las mujeres son más parlanchinas que los hombres y que juntas varias de ellas son el caos que se produce cuando hablan en sincronía.
De los hombres se dice que son monotemáticos y que sólo hablan de deportes ó de mujeres.
Ambas afirmaciones o creencias pueden ser solo notas del folclore de las chanzas entre lo femenino y lo masculino.
De todas maneras siempre hay algo de verdad en esos supuestos.
Lo que casi siempre se da en las reuniones de grupos heterogéneos es que los temas que se tratan son generalmente frívolos.
La intimidad, que propicia la conversación seria, se logra cuando la charla es entre dos ó a los sumo tres personas distanciadas del grupo.
La charla es una herramienta eficaz para la evasión de las presiones cotidianas y que hace que durante su transcurso las mentes vuelen por espacios gratificantes que la imaginación hace posible.
De ahí las exclamaciones y la hilaridad que se perciben y son felizmente el resultado de estas reuniones.