En medio del ajetreo constante de la bulliciosa ciudad, en una soleada tarde de primavera, nos encontramos en esta pintoresca plaza. El sol ilumina cada rincón, haciendo que las fachadas de los edificios circundantes brillaran con un resplandor dorado. En el centro de la plaza, un banco ofrece refugio a los cansados transeúntes. Y en ese banco, en particular, descansan un hombre y una mujer semi oculta por este. El hombre, de cabello canoso y vestimenta sencilla, estaba sentado con la espalda recta y los ojos perdidos en la distancia. Su rostro, surcado por las líneas del tiempo, reflejaba una profunda serenidad. Parecía ajeno al bullicio de la ciudad que lo rodeaba, como si hubiera encontrado un rincón de paz en medio del caos urbano. Mientras el hombre se sumía en sus pensamientos, el resto de la plaza seguía con su vida cotidiana. Personas de todas las edades transitaban por allí todas inmersas en sus propias preocupaciones y tareas. La ciudad sigue su ritmo frenético, pero el ...
Una mirada poética a la vida urbana y cotidiana