Buenos Aires tiene esas cosas simples que si nos detenemos a contemplar nos despejan un poca la mente.
Tenemos que entrenar al ojo para descubrir las cosas que están a la vista y que generalmente no vemos.Sobretodo los fines de semana con días soleados que son los más propicios para hacer un alto en nuestras preocupaciones diarias, constantes y extenuante que nos depara la vida moderna en la gran ciudad.
Salir como quien no quiere la cosa, caminando despacio, deteniéndonos a contemplar lo que se nos aparece a la vista y disfrutarlo.
Abstraernos del ruido de la ciudad y disfrutar de la paz que significa olvidar todas las penas que pudieran caber en nuestra mochila.
Si nos damos una vuelta por las plazas, los parques y cualquier otro paseo sin prisa, piano piano, veremos la diferencia.
En una de esas salidas registré esta escena en la Recoleta como muestra de esas pequeñas cosas que nos perdemos en la diaria debido a la vorágine en que estamos envueltos.
La fotografía me brinda la posibilidad de atesorar esos momentos de distensión que me sirvan de recordatorio de que existen.
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