Con la sola compañía de un perro, ella espera bajo la selvática maraña de ramas y hojas del viejo gomero.
Los últimos rayos de sol se filtran a, a sus espaldas, recortándola sin más detalles.
La tarde se muestra serena, apacible y acogedora.
La imagen congela ese instante: único e irrepetible.
Mágico poder de la fotografía.
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