El hombre y el paisaje.     Una tarde cualquiera, se detiene el tránsito y el hombre camina sobre la cebra que le señala el camino.     La tarde es fresca, por lo que nuestro hombre está abrigado. De andar firme y seguro se desplaza erguido como orgulloso de su figura a pesar de los años recorridos.     El resto parece no existir, como si se hubiera detenido el tiempo para contemplarlo.      Los desnudos árboles y los altos edificios de departamentos lo rodean en un imaginario abrazo cariñoso.      
Imágenes de Buenos Aires, el mar y la vida cotidiana.