Una serie de seis fotos que muestran a un lobo marino en distintas poses y momentos. Un retrato íntimo y respetuoso de su calma, fuerza y presencia junto al mar.
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Un solo sujeto, seis miradas. Un lobo marino que, sin saberlo, se convierte en protagonista de una pequeña historia contada en imágenes. Cada foto revela un gesto, una postura, un instante de quietud o de movimiento que, juntos, nos muestran la riqueza de su presencia.
No se trata solo de un animal descansando a la orilla del mar. Es, más bien, un ser que parece abrirnos la puerta a su mundo: la calma de su reposo, la firmeza de su cuerpo, la serenidad de su mirada. Cada ángulo en que lo observamos nos ofrece algo distinto. A veces parece pensativo, como si estuviera mirando el horizonte; en otras imágenes se lo nota relajado, dueño de un descanso que se confunde con el vaivén del agua; y en otras, casi parece posar, consciente de ser observado.
Exponer estas fotos juntas es una forma de narrar su intimidad sin romperla. Es entrar con respeto en un universo ajeno, pero sin invadirlo, mostrándolo tal cual es: cercano y distante a la vez. Uno podría preguntarse si es correcto acercarse tanto con la cámara, si no estaremos robándole un momento que le pertenece solo a él. Y, sin embargo, al mirarlo así, entendemos que no se trata de invadir, sino de reconocer. Reconocer la fuerza silenciosa de la naturaleza, la dignidad de un animal que, aunque acostumbrado a convivir con nuestra presencia, no deja de ser libre.
Estas seis tomas no son simples retratos. Son un intento de captar lo imposible: la esencia de un ser vivo. Y aunque las imágenes sean mudas, transmiten mucho más que lo visible. Hablan del mar que lo sostiene, del aire salado que lo rodea, del tiempo que parece detenerse cuando reposa.
La serie completa funciona como un espejo. Nos invita a ver al lobo marino, sí, pero también a vernos a nosotros mismos. En su calma reconocemos nuestro propio deseo de descanso. En su mirada firme, nuestro anhelo de libertad. Y en su quietud solemne, el recordatorio de que la vida, muchas veces, solo necesita silencio y contemplación.
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