jueves, enero 29, 2009

Nadie como tu

Rompiente del mar sobre rocas.



!Nadie!,
yo no quiero ser
el simple nadie,
de tu amor,
!piensa!,
deja que martille
en tu conciencia,
nuestro dios....
dime que el rencor,
en ti no existe,
bríndame el calor
de tu regreso
dime que aún,
conservas el pañuelo,
con el retrato
del primer beso.
Siempre tristes,
miran sin mirar,
mis ojos tristes,
por tu amor.
!Vamos!, !vamos! vén
y tiéndeme la mano,
del perdón,
debes recordar nuestro pasado,
no se justifica tu desaire,
piensa que no puedo ser el nadie,
de tu amor.
Triste, miran sin mirar
mis ojos tristes, por tu amor,
!vamos!, vamos, ven
y tiéndeme la mano
del perdón,
debes recordar nuestro pasado,
no se justifica tu desaire,
piensa que no puedo ser el nadie,
de tu amor

NADIE (TANGO)
Letra de Roberto LAMBERTUCCI

jueves, enero 15, 2009

SOLO LAS PALOMAS

Palomas en un Balcón




EL SUEÑO DE ÁNGELA

Ángela vino a estas tierras cansada con Benito.
Aquí tuvieron a sus tres hijas y sus dos hijos.
Primero se radicaron en el interior y trabajaron duro.
Benito se empleó en un frigorífico mientras que Ángela comenzó a trabajar en casas de familia.

Trabajó y trabajó, sufrió la maldad de la gente, pero no le importó y siguió trabajando.
Cuando vieron que sus ahorros se lo permitían Benito compro una verdulería.
Ángela dejo de trabajar como doméstica y se encargó de la verdulería mientras su esposo seguía en el frigorífico.
El tiempo fue pasando y los chicos creciendo.
Tanto Ángela como Benito tenían un sueño: querían que sus hijos estudiaran para asegurarse un porvenir.

Los varones fueron a la universidad.
Joaquín fue médico y Aníbal se recibió de abogado.
De las tres chicas sólo Rosalía siguió estudios superiores.
Fue a Bellas Artes y aprendió letras y pintura.
Las otras dos- Juana y Ángela - se conformaron con saber corte y confección.

Cuando la dicha parecía completa, Benito fue desmejorando y se hizo viejo de golpe.
Al poco tiempo de que Joaquín le diera la gran alegría de tener un hijo médico falleció.
A la gallega se le desgarró el alma, el dolor fue tan intenso que a duras penas pudo soportarlo.
Luego los hijos vuelan, dejan el nido y forman nuevas familias.
Primero fueron Rosalía y Juana.
Rosalía viajó a España y recorrió toda Europa.Dicen que se casó.
Juana se casó con un Ingeniero y se fue al sur, muy al sur.
Después le siguieron los varones.
Joaquín viajó al gran país del norte y nunca más regreso.
Anibal se caso y emigró con su esposa al Canadá.

Por un tiempo las dos Ángelas vivieron juntas en la casa que añoraba a los ausentes.
Finalmente le toco el turno a Angelita que se casó con un aviador y partió muy lejos.

Al principio recibía correspondencia de sus hijos que la ayudaban a solventar su soledad.
Luego las cartas se fueron espaciando hasta casi perderse en el olvido.
Sus días eran casi todos iguales, con solo la compañía de unas palomas que de vez en cuando se acercaban a su balcón por las mañanas cuando salía a regar sus plantas.
Poco a poco se fue deteriorando físicamente. Engordó y sus piernas comenzaron a fallarle.
Se le hizo muy doloroso el desplazamiento por el barrio y así lentamente se fue quedando encerrada en su casa hasta que no aguantó mas.

Ese día cerraron sus ojos, cerraron también las puertas y ventanas.
El silencio lo envolvió todo.
El olvido y el abandono siguieron después.

miércoles, enero 14, 2009

NOCTURNO

Silueta al atardecer de una paloma en una rama.


Una noche,
una noche toda llena de murmullos, de perfumes y de músicas de alas;
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciernagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mi ceñida toda, muda y pálida,
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,
por la senda florecida que atraviesa la llanura,
caminabas;
y la luna llena
por los cielos azulados, infinitos y profundos, esparcía su luz blanca.

Y tu sombra,
fina y lánguida,
y mi sombra,
por los rayos de la luna proyectadas,
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban,
y eran una,
y eran una,
y eran una sola sombra larga,
y eran una sola sombra larga,
y eran una sola sombra larga...

Esta noche,
sólo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma por el tiempo, por la tumba y la distancia,
por el infinito negro
donde nuestra voz no alcanza,
mudo y sólo,
por la senda caminaba...
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida,
y el chirrido
de las ranas...

Sentí frío. Era el frío que tenían en tu alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas.
Era el frío del sepulcro, era el hielo de la muerte,
era el frío de la nada.
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola,
iba sola por la estepa solitaria;
y tu sombra, esbelta y ágil,
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de murmullos, de perfumes y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella...
¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!
¡Oh las sombras que se buscan en las noches de tristezas y de lágrimas!
José Asunción Silva

Colombiano
(1865-1896)

jueves, enero 01, 2009

Tres esperanzas

Debajo de un arbol tres mujeres de espaldas  sentadas en un banco

No doy un paso más,
alma otaria que hay en mí,
me siento destrozao,
¡murámonos aquí!
Pa' qué seguir así,
padeciendo a lo fakir,
si el mundo sigue igual...
si el sol vuelve a salir...
La gente me ha engañao
desde el día en que nací.
Los hombres se han burlao,
la vieja la perdí...
No ves que estoy en yanta,
y bandeao por ser un gil...
Cachá el bufoso...
y chau... ¡vamo a dormir!

Tres esperanzas
tuve en mi vida,
dos eran blancas
y una punzó...
Una mi madre,
vieja y vencida,
otra la gente,
y otra un amor.

Tres esperanzas
tuve en mi vida
dos me engañaron,
y una murió...

No tengo ni rencor,
ni veneno, ni maldad
Son ganas de olvidar,
¡terror al porvenir!
Me he vuelto pa' mirar
y el pasao me ha hecho reír...
¡Las cosas que he soñao,
me cache en dié, qué gil!
Plantate aquí nomás,
alma otaria que hay en mí.
Con tres pa' qué pedir,
más vale no jugar...
Si a un paso del adiós
no hay un beso para mí
cachá el bufoso...
y chau...¡vamo a dormir!


Enrique Santos Discépolo.