EL SUEÑO DE ÁNGELA
Ángela vino a estas tierras cansada con Benito.Aquí tuvieron a sus tres hijas y sus dos hijos.
Primero se radicaron en el interior y trabajaron duro.
Benito se empleó en un frigorífico mientras que Ángela comenzó a trabajar en casas de familia.
Trabajó y trabajó, sufrió la maldad de la gente, pero no le importó y siguió trabajando.
Cuando vieron que sus ahorros se lo permitían Benito compro una verdulería.
Ángela dejo de trabajar como doméstica y se encargó de la verdulería mientras su esposo seguía en el frigorífico.
El tiempo fue pasando y los chicos creciendo.
Tanto Ángela como Benito tenían un sueño: querían que sus hijos estudiaran para asegurarse un porvenir.
Los varones fueron a la universidad.
Joaquín fue médico y Aníbal se recibió de abogado.
De las tres chicas sólo Rosalía siguió estudios superiores.
Fue a Bellas Artes y aprendió letras y pintura.
Las otras dos- Juana y Ángela - se conformaron con saber corte y confección.
Cuando la dicha parecía completa, Benito fue desmejorando y se hizo viejo de golpe.
Al poco tiempo de que Joaquín le diera la gran alegría de tener un hijo médico falleció.
A la gallega se le desgarró el alma, el dolor fue tan intenso que a duras penas pudo soportarlo.
Luego los hijos vuelan, dejan el nido y forman nuevas familias.
Primero fueron Rosalía y Juana.
Rosalía viajó a España y recorrió toda Europa.Dicen que se casó.
Juana se casó con un Ingeniero y se fue al sur, muy al sur.
Después le siguieron los varones.
Joaquín viajó al gran país del norte y nunca más regreso.
Anibal se caso y emigró con su esposa al Canadá.
Por un tiempo las dos Ángelas vivieron juntas en la casa que añoraba a los ausentes.
Finalmente le toco el turno a Angelita que se casó con un aviador y partió muy lejos.
Al principio recibía correspondencia de sus hijos que la ayudaban a solventar su soledad.
Luego las cartas se fueron espaciando hasta casi perderse en el olvido.
Sus días eran casi todos iguales, con solo la compañía de unas palomas que de vez en cuando se acercaban a su balcón por las mañanas cuando salía a regar sus plantas.
Poco a poco se fue deteriorando físicamente. Engordó y sus piernas comenzaron a fallarle.
Se le hizo muy doloroso el desplazamiento por el barrio y así lentamente se fue quedando encerrada en su casa hasta que no aguantó mas.
Ese día cerraron sus ojos, cerraron también las puertas y ventanas.
El silencio lo envolvió todo.
El olvido y el abandono siguieron después.
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