El verano respira entre pasos lentos y sombras cortas.
En la rambla de Mar del Plata, la ciudad se mezcla con el mar, y la vida parece detenerse un instante bajo el sol. La gente camina, conversa, busca refugio en una sombrilla o simplemente se deja llevar por la brisa.
En blanco y negro, todo parece más eterno: el rumor de las olas, el reflejo en el cemento, la calma de un día que podría repetirse mil veces sin perder su encanto.
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