Estamos en primavera en esta parte del globo y es a mi entender la estación mas linda del año.
Sin embargo en estos momentos estoy pensando en el verano.
Si en esa estación cálida, asfixiante, donde todo te molesta.
Todo esto en la gran ciudad se potencia por el calor que irradian los medios de transportes, humo y calor del motor de autos, colectivos y camiones.
Es insufrible viajar ya sea en bondi, subte ó tren, todo está caliente y la falta de aire acondicionado se hace sentir.
Transpiras, se te pega la ropa al cuerpo, se te pegotean las manos, te embadurnas la cara al intentar secarte esa pequeña catarata de la frente, el aire caliente se siente y como.
No aguantas la ropa, las zapatillas ni nada por más liviano que sea.
En patas, o con ojotas, en shorts y camiseta o sin ella, no se soporta.
Es tiempo de helados, y sobre todo agua, del grifo, de río, mar ó pileta.
De pibe iba con mis amigos al puente que estaba sobre el arroyo del Monje.
Un arrollo de agua salada que desemboca en el río Paraná cerca de mi pueblo.
No era muy profundo normalmente y se podía nadar en él casi sin peligro.
Nuestros víveres en ese entonces eran pan y latas de picadillo para hacernos "sanguches" ( emparedados).
Recuerdo, en tardes de verano con 40º de temperatura, a los "catangas" a pleno rayo del sol, limpiar la maleza de las vía del ferrocarril que corría paralelo a la ruta.
En el agua y a la sombra, nosotros sentíamos calor y los veía a ellos trabajando, con sus sombreros grandes como queriendo tapar el febo abrazador y lograr un alivio en ese infierno terrenal.
El tiempo fue pasando , yo creciendo, y debo decir que calores eran los de antes!
Hoy nos quejamos con 30º de temperatura y tenemos aire acondicionado en la casa, y en el trabajo.
Lo que aún sigue en el túnel del tiempo es la incomodidad del transporte público, oremos para que no sea por mucho tiempo más.
Mis primeras vacaciones fueron a la provincia de Córdoba, fui muchos años seguidos.
Disfruté de cada arrollo, sierra, piedra que había en esos lugares, del berro, la peperina, de su clima benigno y la calides de su gente.
Ya de grande conocí el mar, y fue un enamoramiento instantáneo.
Se despertó un sentimiento nuevo ante tanta grandiosidad y belleza.
La playa y el mar me deslumbraron.
Sentir la arena en los pies, el aire de mar en el rostro y las olas rompiendo frente a mí fue conectarme con lo divino.
La pesca y el baño unidos
La ciudad fue Mar del Plata, pudo haber sido otra tal vez, donde lo conocí y lo aprecié de inmediato.