El mar es movimiento, es fuerza y misterio. Frente a él, un surfista se convierte en protagonista de una danza efímera, donde cada ola es escenario y cada segundo, una eternidad. En esta serie de seis fotografías, el instante queda detenido: el surfista se enfrenta al oleaje con equilibrio y valentía, buscando el punto exacto entre el dominio y la rendición. La tabla corta la superficie del agua, mientras la espuma lo envuelve y lo arrastra en un diálogo que solo la naturaleza y el hombre pueden entender. Cada imagen habla por sí misma. La expectativa antes del quiebre, la fuerza del cuerpo inclinándose sobre la ola, la plenitud del deslizamiento y finalmente el abrazo del mar, que siempre reclama su poder. Es un ciclo de lucha y entrega, de pasión y libertad, repetido una y otra vez en la costa de Mar del Plata. El surf, más que un deporte, es poesía en movimiento. Y la fotografía, al inmortalizarlo, nos permite contemplar lo que el ojo apenas alcanza a retener: la belleza d...
La ciudad es movimiento constante, un escenario donde lo humano y lo urbano se entrelazan en cada esquina. Estas tres fotos nos muestran justamente eso, pero con un detalle que no se puede pasar por alto: el color. No son simples retratos callejeros, son estampas vibrantes que parecen gritar desde la pantalla, con colores rabiosos que capturan la mirada y no permiten distraerse. En la primera imagen vemos a un repartidor en bicicleta, símbolo claro de la vida acelerada en la ciudad. Lo que más impresiona es el contraste del enorme bolso anaranjado que lleva en su espalda, destacando contra el fondo urbano. El ciclista avanza decidido, y detrás de él las calles se disuelven en un movimiento borroso, como si la ciudad girara alrededor de su esfuerzo. La segunda fotografía nos lleva a una escena más íntima: un puesto de flores en la vereda. Allí los colores cambian de tono, pero no de intensidad. El amarillo de los ramos, el rosa y el verde de los carteles parecen competir por ll...