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Soledad en el verano La Foto

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Solos. El verano en Mar del Plata estalla a unos metros: hay gente, colores, risas y caminantes que pasan como un río incesante. Sin embargo, aquí —en primer plano— la escena es otra. Dos personas sentadas, conversando o tal vez calladas, rodeadas de mesas vacías que parecen repetir el eco de un silencio que no todos perciben. ía"í La soledad, cuando aparece así, en plena multitud, tiene una fuerza distinta. No es ausencia, es pausa. Es ese espacio invisible donde dos seres pueden encontrarse sin que el mundo los interrumpa. O quizá todo lo contrario: están juntos, pero solos entre miles, y ese contraste despierta preguntas —¿de qué hablan? ¿Comparten un secreto o se hunden en el mismo silencio? ¿Es compañía o distancia? El lobo marino de piedra observa a lo lejos, testigo eterno de temporadas que pasan, de amores de verano y despedidas al caer la tarde. Y así, la fotografía captura no solo un momento, sino una sensación: que aún en medio del bullicio, la soledad puede ser un pun...

Un Encuentro con la Paloma Urbana

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Penetrante Un ave cualquiera para algunos, pero un personaje urbano para quien se detiene a mirar. Esta paloma no vuela ni se esconde. Descansa, observa y, sin moverse, parece controlar el mundo con esos ojos intensos que no pasan desapercibidos. En su quietud hay carácter; en su postura, una pequeña declaración de existencia. La ciudad es su casa, la vereda su trono y nosotros, simples transeúntes, apenas invitados en su territorio. No es solo un ave en reposo: es un retrato  del ritmo urbano, de esos momentos que pasan inadvertidos hasta que una cámara los detiene y nos obliga a mirar de nuevo. Porque incluso en lo cotidiano, cuando algo nos mira a los ojos… se vuelve imposible ignorarlo.   Mas de animales

Olas Indomables: el Mar Salvaje

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Dos a su destino   El mar siempre tiene algo para decir, incluso cuando no estamos listos para escucharlo. En días como este, cuando las olas golpean con carácter y la espuma lo tiñe todo de blanco, uno entiende que el océano no negocia. Marca su ritmo, impone su pulso, y nos obliga a mirarlo de frente. Hay quienes ven solo agua revuelta; otros, una coreografía perfecta de caos y armonía. Porque incluso cuando parece enfadado, el mar respira belleza: en el vaivén infinito, en el murmullo grave del oleaje, en esa manera tan suya de demostrar que no hay fuerza más antigua ni más libre. Tal vez por eso nos atrae. Porque nos recuerda que la vida también es espuma, oleaje, calma y tormenta. Que a veces avanzamos con firmeza y otras retrocedemos, arrastrados por corrientes que no elegimos. Y aun así, seguimos. Como el mar. Fotografías que dialogan con estas (clic aquí)