Nadie repara en ellos, marionetas en manos del destino, los paseantes están muy compenetrados en sí mismos.
Caminan rápidamente, algunos escuchando música en sus MP3/4 ó vaya a saber qué, otros hablando por sus celulares y gesticulando como si su interlocutor pudiera verlos.
Están también los que van con la mirada fija en el piso, prestos para esquivar cualquier cosa desagradable que se interponga en su camino.
Van y vienen, la calle se convierte en un hormiguero y nadie mira, nadie los ve.